27 de noviembre de 2014

2.095 Noches...

"Los niños se despiertan de noche -y necesitan compañía para reanudar el sueño- porque necesitan cerciorarse de que las personas que les cuidan están cerca. Que les quieren y les protegen. Todos somos descendientes de los que se despertaron. Porque los que no lloraron, se los comió el lobo. Por tanto, despertarse de noche y demandar compañía es una conducta absolutamente normal, premiada por la evolución, -y quizás hasta deseable- en los niños pequeños. Son bebés "despiertos", que velan por su vida. Es una señal de inteligencia, es una estrategia de supervivencia."


Pues eso, que ya sabía que mi hija era muy inteligente, pero aun no sabía que el precio que tenía que pagar yo por ello fuera tener que estar sin dormir del tirón durante 5 años y 9 meses, o para el que no tiene conversor de cantidades, durante aproximadamente 2.095 noches.

2.095 noches levantándome una media de dos veces para ir a su habitación hasta que volviera a conciliar el sueño. 2.095 noches sorprendiéndome hecha un ovillo en mi cama porque se ha metido en ella sigilosamente. 2.095 noches paseando de su habitación a la mía, llevándola en brazos de una cama a otra mientras aguanto la respiración para no despertar su ligero sueño.

Aunque no lo parezca por mi "sutil ironía", soy firme partidaria del colecho. He disfrutado y disfruto como nadie de los abrazos con nocturnidad y alevosía, de sentir la respiración de su naricilla y comprobar que está bien. Que sigue respirando. Una y mil veces. De darle el pecho en la cama, noche tras noche. De que la princesa se haya dormido tantas veces sobre mí. De que me haya prestado el calorcito que desprende. De la comodidad de tenerla tan cerca para no desvelarme del todo ante sus llamadas. De tantas cosas...

Aquí me venía a la cabeza lo que tantas veces con otros temas relacionados con la maternidad: La importancia de seguir nuestro instinto natural y permitirnos vivir la crianza sin extravagantes culpas. Permitirnos el no sentirnos culpables porque los niños y niñas duerman en su habitación si así lo queremos todos. Ni por dormir con ellos si así nos apetece y/o necesitamos. Nadie debería opinar sobre temas tan íntimos que tengan que ver con la crianza, sobre lo que pasa de puertas adentro en mi casa o de puertas adentro en la relación con mi hija, ni en la de nadie.
La gente opina mucho menos sobre una relación de pareja, ya que se consideran asuntos íntimos. En cambio, ¿Porqué cuando alguien, desde la tía lejana, hasta la que te cruzas en un ascensor, se creen con derecho a opinar respecto a tu hija? Enseguida oyes eso de "Ay... Qué mimos tienes con la mamá" o "Uy... ¿Aun duerme contigo?¿Tan mayor?"... "Si" - contesto yo - "Queremos aprovechar, que no creo que con 17 años quiera seguir durmiendo conmigo".

Volviendo a lo que nos ocupa, que me enciendo con esto fácilmente, conforme ella ha ido cogiendo más tamaño o las camas han ido menguando, yo he ido sintiendo que ambas cada vez descansábamos menos. Y cada vez lo romántico del tema se iba esfumando un poquito más.

Consciente o inconscientemente Noa sentía la necesidad de comprobar que yo estaba allí cerca y la iba a proteger de los lobos, una o varias veces cada noche. Y curiosamente parece que sentía esa necesidad únicamente cuando dormía en casa de mamá.

Lo intenté de mil formas: Con muñecos "sustitutos", con luces de compañía, con un "Noa, solo puedes venir a mi cama cuando en la calle haya luz"... Nada.

Hace tres semanas hablé de esto con ella. De que no descansábamos, de que era ya muy grande y yo me caía de su cama, de que las dos necesitábamos dormir bien para tener mucha energía por la mañana. Me compré una almohada nueva, y la mía, que tanto le gusta, se le regalé. "Mira Noa, vas a dormir con mi almohada, que ya es de mayores. Además, al dormir con ella vas a sentir que mamá está más cerquita y vas a poder dormir toda la noche seguida. Mamá está ahí al lado, si realmente lo necesitas puedes llamarme, pero si solo te has despertado, te das la vuelta e intentas volverte a dormir en la almohada de mamá".

Oye, hasta hoy. Como te lo cuento. Y aun no me lo creo. No te imaginas lo que es volver a dormir del tirón después de tanto tiempo. Y de vez en cuando la extraño y me apetece ir a su cama a hacerme un ovillo. Pero sé que no debo y me aguanto las ganas. Y voy elaborando el duelo que esto también nos supone en cierta medida. Nuevamente le tengo que agradecer a mi pequeña lo fácil que lo pone a veces.

Y bueno, os dejo que me voy a la cama, a dormir del tirón pero con un ojo abierto. Por si vienen los lobos. Se lo debo a ella. Buenas noches...


1 de noviembre de 2014

El Mejor Escondite del Mundo...

Érase una vez, el contexto de una cena cena tranquila, en el que se me ocurrió preguntar a la enanita:

- Noa... Si tu tuvieras que esconderte de algo, en algún sitio donde no pueden encontrarte... ¿Cual sería para ti el mejor escondite del mundo? (Me encanta hacerle estas preguntas que nos dan tanto pie a imaginar)

- Pues ¡Otro mundo mamá! - dijo sin dudarlo ni un segundo.

- Pero no hay otro mundo...

- ¡Si! ¡Marte!


- ¡Ahhh! Marte... ¿Pero como irías a Marte?

- Mira, haríamos un cohete - (Uf, menos mal que me incluye en su viaje interestelar) - Cogeríamos cartón, pintura rosa y roja y unos pinceles. Y construiríamos un cohete.

- Ya Noa, pero el cohete de cartón no vuela... (Ahí va mi dosis de realidad) ¿Le ponemos un motor de coche?

- No, mira... (Léase esto con tono de "esquenoteenterasmamá") Iríamos a la tienda y compraríamos Poder de Volar. Echaríamos al cohete el Poder de Volar y ¡Ya está!

Me gustó la idea. Y me quedé madurando en mi departamento I+D cómo llevarla a lo concreto. Ojiplática. 
Noa me aclaró que nos esconderíamos por un ratito, que enseguida volveríamos. Se ve que aun tiene muchas cosas en este mundo que le merecen la pena...




Hallo...¿qué?...


Yo soy celebrona, o celebrática, o como se diga... Soy de esas que me encanta celebrar cada cumpleaños, cada aniversario, cada éxito e incluso algunos fracasos... (celebrando el aprendizaje que suponen, lo bueno que traen los cambios...). 

Me encantan las fiestas, las cenas, los regalos porque sí y todo aquello a lo que se le pueda añadir la palabra SORPRESA. Porque me parece que de esas pequeñas cosas está la vida hecha, y alimentan la ilusión.
Pero celebro MIS fechas, eventos, logros o fracasos... 
No me gusta San Valentin, no celebro el Día de la Madre, el Día del Niño, ni Halloween.
Es más, hasta ahora nadie a mi alrededor celebraba Halloween... 

¿Se puede saber qué ha pasado para que desde hace escasos años los escaparates se llenaran de calabazas y murciélagos el 31 de cada Octubre? ¿Para que las adolescentes pese al frío aprovecharan la fecha para ponerse minúsculos tu-tus o trajes de enfermerita sexy? ¿Para que haya fiestas de terror por doquier y gente llena de sangre? ¿Para que ya desde los colegios se trabaje con brujitas y momias desde el mes anterior?

En realidad yo creo que ni sabemos qué es lo que estamos celebrando. Ni que sentido tiene. Y no me gusta.

Pero bueno, pese a todo, Noa salió del cole con su murciélago en la mano como los demás, me estuvo pidiendo días antes unos cuernos de "demoña" (entiendo que de diablesa, y que por supuesto acabé sucumbiendo), y terminó el día disfrazada de Draculaura y aporreando timbres con su papá y sus amigas para conseguir chuches...

Y ya hemos caído... y me enfada, pero a la vez entiendo que los niños no tienen la culpa, y que si no cuesta nada celebrarlo... ¿Porqué va a ser mi hija diferente? Y me paro a pensar, que por esta regla de tres, así nos luce el pelo como nos luce. He dicho. Que cada cual haga sus reflexiones.